El
sistema circulatorio:
las arterias, venas y capilares (2/4)
Las arterias, venas
y capilares son los conductos por donde circula la sangre
Por
Ana Cecilia Becerril*
Arterias,
venas y capilares
El
sistema de canalizaciones de nuestro cuerpo está constituido por los
vasos sanguíneos, que según su diámetro se clasifican en: arterias,
venas y capilares. Por esta estructura de conductos grandes y pequeños,
circula la totalidad de nuestra sangre.
Las arterias
Son
tubos que parten del corazón y se ramifican como lo hace el tronco de un
árbol. Tienen paredes gruesas y resistentes formadas por tres capas: una
interna o endotelial, una media con fibras musculares y elásticas, y una
externa de fibras conjuntivas.
Llevan
sangre rica en oxígeno, y según la forma que adopten, o hueso y órgano
junto al cual corran, reciben diferentes denominaciones, tales como
humeral, renal o coronaria, entre otras.
Arteriolas
En
ellas la capa media es de naturaleza muscular, por lo que los cambios de
expansión y contracción son más bien activos. Gracias a esta propiedad,
la cantidad de sangre que llega a los capilares puede aumentar o disminuir
en respuesta a las necesidades de los tejidos. Muchos de estos cambios
responden a estados emocionales: la palidez del miedo o el rubor facial de
la vergüenza. Son las últimas ramas del árbol arterial.
Las venas
Una
vez que la sangre ha descargado el oxígeno y recogido el anhídrido carbónico,
este fluido emprende el viaje de regreso hacia el corazón y los pulmones
a través de las venas. Estos conductos constan de dos capas, una
endotelial y otra formada por fibras elásticas, musculares y conjuntivas.
A diferencia de las arterias, sus paredes son menos elásticas, y cada
cierta distancia poseen válvulas que impiden que la sangre descienda por
su propio peso.
Vénulas
Recogen
la sangre de los capilares y se unen para formar venas.
Los capilares
Los
vasos sanguíneos se hacen cada vez más finos a medida que se van
ramificando en el cuerpo. Formados por una sola capa de células, la
endotelial, esta red, por su extrema delgadez, facilita su función de
intercambio gaseoso entre la sangre y los tejidos o entre la sangre y el
aire que ha penetrado en los pulmones.
En
la entrada de estos pequeños tejidos hay unas franjas que se distienden o
contraen para permitir o impedir el paso de la sangre. En todo el cuerpo
se estima que hay más de 60 mil kilómetros de ellos, siendo el punto más
lejano del viaje que hace la sangre, y el lugar de aprovisionamiento de
todos los tejidos y órganos, porque cada una de las células del cuerpo
está a menos de 0,2 milímetro de un capilar.
La sangre: el
líquido de la vida
Este
vital elemento se encuentra compuesto por diferentes elementos líquidos y
sólidos: el plasma, un líquido que contiene agua y proteínas, y tres
tipos de células, que son los leucocitos, las plaquetas y los hematíes.
Los
leucocitos o glóbulos blancos tienen como función principal defender al
organismo contra las infecciones. De acuerdo con el aspecto de su
citoplasma y su núcleo, se dividen en polimorfonucleares (neutrófilos,
basófilos y eosinófilos) y mononucleares (monocitos y linfocitos).
Las
plaquetas o trombocitos son restos celulares derivados de unas células
llamadas megacariocitos, y participan en el proceso de coagulación sanguínea.
Los
hematíes o glóbulos rojos contienen una sustancia llamada hemoglobina, a
la cual deben su color rojo; y como este compuesto de hierro es sumamente
afín con el oxígeno, los hematíes son los responsables de fijarlo y
transportarlo a través de la sangre.
Todas
estas células, aunque viven en la sangre, no nacieron en ella, sino en
los huesos y los nódulos linfáticos.
La
sangre puede dividirse, según su calidad, en dos tipos: oxigenada y
carboxigenada. La primera de ellas es la sangre limpia que circula por las
arterias; la segunda, con abundante cantidad de dióxido de carbono,
circula por las venas en dirección al corazón y los pulmones, a efecto
de ser renovada y oxigenada.
Cuenta,
además, con otra función que es de gran importancia, como es la de
mantener una adecuada temperatura corporal, la que en una persona adulta
normal suele ser de entre 36,5 y 37 grados Celsius; y cuyo centro
regulador se encuentra a nivel hipotalámico.
tercera
parte
*Dra. Ana Cecilia
Becerril Sánchez Aldana
Médicina
General y
Medicina Estética
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