El
sistema circulatorio,
la 'tubería' vital
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El sistema
circulatorio distribuye la sangre a todo el organismo, y el corazón es el músculo
más importante
Por
Ana Cecilia Becerril*
Tal
como el agua que tomamos a diario se distribuye a través de una extensa
red de tuberias hasta llegar a nuestras casas y servirnos de alimento, de
similar manera la sangre fluye por el cuerpo mediante una intrincada red
de tuberías.
Nuestro
organismo, que está compuesto por millones de células, necesita para su
normal funcionamiento oxígeno y sustancias generadoras de energía. Estos
elementos vitales se encuentran en la sangre, y es el aparato circulatorio
el encargado de realizar su distribución por todo el organismo. Es decir,
es un sistema de bombeo continuo en circuito cerrado, formado por un
motor, que es el corazón; los conductos o vasos sanguíneos, que son las
arterias, venas y capilares; y el fluido que transita por ellos, la
sangre.
Además de
transportar los elementos nutritivos, este centro de distribución cumple
otras funciones primordiales, como el transporte de algunas hormonas, la
eliminación de los productos finales del metabolismo y la regulación de
la temperatura.
Músculo
fundamental de la vida: el corazón
El
corazón se puede comparar con un trabajador incansable, que día y noche
bombea el líquido que nos mantiene vivos: la sangre. Se calcula que el
corazón late a un promedio de 70 veces por minuto en estado de reposo.
Tiene forma de pera, mide 12,5 centímetros de longitud y pesa
aproximadamente 450 gramos.
Este
poderosísimo órgano se encuentra situado en el interior del tórax,
entre ambos pulmones. Está formado por un músculo hueco llamado
miocardio, el que a su vez se recubre en el lado interno y externo por el
endocardio y el pericardio, respectivamente.
Posee
cuatro cavidades: dos superiores, llamadas aurículas, y dos inferiores,
los ventrículos. Estas cavidades están separadas por tres tipos de
tabiques: el interauricular, que divide las aurículas; el
interventricular, que divide los ventrículos, y el auriculoventricular,
que separa las aurículas de los ventrículos.
Ahora
que ya sabemos cómo está formado nuestro corazón, te habrás preguntado
cómo se comunican sus cavidades, si aparentemente hay tabiques que las
separan. Pues bien, te lo vamos a explicar: la aurícula derecha
comunica con el ventrículo derecho por un orificio llamado
auriculoventricular derecho. En los bordes de este agujero se sitúa la válvula
tricúspide.
La
aurícula izquierda hace lo mismo con el ventrículo izquierdo a través
del orificio auriculoventricular izquierdo, en cuyos contornos se
encuentra la válvula mitral o bicúspide.
Estas
válvulas son sumamente importantes, por cuanto dejan pasar la sangre
desde las aurículas hacia los ventrículos, pero impiden el paso en
sentido contrario.
Otras
dos válvulas, denominadas pulmonar y aórtica, evitan que la sangre que
está en las arterias refluya hacia los ventrículos.
Cómo trabaja
nuestro corazón
La
principal acción que ejecuta nuestro corazón es la contracción, por lo
que existen en él unos centros nerviosos -de células altamente
especializadas- capaces de provocar impulsos rítmicos que ocasionan el
latido cardíaco. Este sistema está formado por cuatro estructuras, que
son: el nódulo sinoauricular, el nódulo auriculoventricular, el fascículo
auriculoventricular de His y las fibras de Purkinje.
La
conducción de los impulsos en el corazón, en estado normal, se inicia en
el nódulo sinoauricular y se propaga a través del fascículo de His por
las fibras de Purkinje, desde donde llega a los músculos papilares y las
paredes ventriculares, donde tiene lugar el estímulo contráctil.
La
actividad del corazón consiste en la alternancia sucesiva de un
movimiento de contracción, llamado sístole, y uno de relajación,
denominado diástole, de las paredes musculares de aurículas y ventrículos.
Este proceso se puede resumir en los siguientes etapas:
-
La
aurícula se encuentra en diástole (relajación) y recibe la sangre
que viene por las venas hasta llenarse.
-
Se
produce la sístole (contracción) auricular que envía la sangre al
ventrículo a través del orificio auriculoventricular. Esta contracción
no es muy enérgica, porque la sangre pasa al ventrículo, que está
muy cerca.
-
Una
vez lleno el ventrículo, se contrae a su vez. Esta sístole
(contracción) impulsa la sangre hacia la arteria, cuyas válvulas están
abiertas. La sangre no puede retroceder a la aurícula porque las válvulas
aurículo-ventriculares se cierran. Esta contracción es muy enérgica,
porque el ventrículo izquierdo debe impulsar la sangre a todo el
cuerpo.
-
Una
vez en la arteria, la sangre no puede retroceder al ventrículo,
porque se cierran las válvulas sigmoideas.
-
Terminada
la sístole ventricular, se inicia la diástole (relajación) general
del corazón.
El
ciclo completo -que tiene una duración aproximada a los 0.8 segundos- se
puede dividir, en términos generales, en tres períodos. El primero,
donde se contraen las aurículas; el segundo, donde se produce la
contracción de los ventrículos; y el tercero, en que tanto las aurículas
como los ventrículos permanecen en reposo.
La sangre está
contenida en el cuerpo en cantidad de unos 5 a 6 litros. Se encuentra
compuesta por una parte líquida y una sólida, que son las células sanguíneas.
Se calcula que
en un milímetro de sangre hay de cuatro a cinco millones de hematíes o
glóbulos rojos; de 6 mil quinientos a 7 mil leucocitos o glóbulos
blancos, y de 200 a 300 mil plaquetas o trombocitos.
Cada
célula tiene sus propias necesidades de alimento y energía, que han de
ser satisfechas por un sistema de abastecimiento común. Las células
precisan de oxígeno y alimento, proporcionados por la sangre, que tiene
que llegar a cada parte del cuerpo a la presión adecuada, ya que si es
muy baja estos nutrientes no podrán llegar a su destino, y si es muy alta
se corre el riesgo incluso de dañar a las células que debe nutrir.
La presión
arterial es un índice de diagnóstico importante, en especial de la función
circulatoria. El corazón puede impulsar hacia las grandes arterias un
volumen de sangre mayor que el que las pequeñas arteriolas y capilares
pueden absorber. Es por esto que cualquier trastorno que dilate o
contraiga los vasos sanguíneos, afecte su elasticidad o interfiera con la
función de bombeo, afecta a la presión sanguínea.
En las
personas sanas, la presión arterial normal se suele mantener dentro de un
margen determinado, que se calcula en base a dos valores: el punto máximo
en que el corazón se contrae para vaciar su sangre en la circulación (sístole),
y el punto mínimo en que el corazón se relaja para llenarse con la
sangre que regresa de la circulación (diástole).
La presión se
mide en milímetros de mercurio, con la ayuda de un instrumento denominado
esfigmomanómetro.
A pesar de que
actualmente existen máquinas digitales que detectan fácilmente la presión
sanguínea, todavía se sigue utilizando mayoritariamente el esfigmomanómetro.
Este es un aparato que consta de un manguito de goma inflable conectado a
un dispositivo que detecta la presión con un marcador. Con el manguito se
rodea el brazo izquierdo y se insufla apretando una pera de goma conectada
a éste por un tubo. Mientras, la persona que evalúa la presión ausculta
con un estetoscopio aplicado sobre una arteria en el antebrazo. A medida
que el manguito se expande, se comprime la arteria de forma gradual. El
punto en que el manguito interrumpe la circulación y las pulsaciones no
son audibles determina la presión sistólica o presión máxima. Sin
embargo, su lectura habitual se realiza cuando al desinflarlo lentamente
la circulación se restablece. Entonces es posible escuchar un sonido enérgico
a medida que la contracción cardíaca impulsa la sangre a través de las
arterias.
Después se
permite que el manguito se desinfle gradualmente, hasta que de nuevo el
sonido del flujo sanguíneo desaparece. La lectura en este punto determina
la presión diastólica o presión mínima, que se produce durante la
relajación del corazón.
En las
personas sanas la tensión varía desde 80/40 en lactantes, 120/80 a los
30 años y hasta 140/85 a los 40 años o más. Cuando la presión sistólica
se eleva por sobre los 140 milímetros de mercurio y la diastólica sobre
los 90, se habla de hipertensión arterial.
segunda
parte
*Dra. Ana Cecilia
Becerril Sánchez Aldana
Médicina
General y
Medicina Estética
curriculum
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