Bases de manejo dietético
de las dislipoproteinemias (
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Hipertrigliceridemias

En la hiperquilomicronemia (tipo I) que es muy rara, se debe limitar la ingestión de TG y alcohol tanto como sea necesario para obtener valores normales. Generalmente la proporción de TG en la dieta se reduce para que representen menos del 20% del contenido energético; en casos graves los TG se reducen a < 10% prácticamente se excluyen, pero entonces hay que asegurarse de cubrir las necesidades de vitaminas liposolubles y las necesidades de ácidos linoléico y linolénico que son indispensables en la dieta. A veces es necesario eliminar completamente la ingestión de alcohol. El empleo de TG de cadena media en vez de los de cadena larga puede ser útil.

En la hipertrigliceridemia endógena (tipo V) hay que disminuir la producción de LMBD, para lo cual conviene aumentar la actividad física, la reducción de peso y la limitación de los TG en la dieta; en casos graves se pueden emplear fármacos específicos. 

Hipercolesterolemia 

Las distintas formas de hipercolesterolemia se manejan con los mismos lineamientos. Los tres aspectos críticos son: 

  • Que la ingestión de AGS sumada con la de AGMI trans no sobrepase 8 a 10% de la energía (con lo que la proporción de TG debe limitarse a 25 ó 30% de la energía) y no más de 5 a 7% en casos rebeldes. Las principales fuentes de AGS en la dieta son las grasa de origen animal (mantequilla, crema, manteca y la fracción lipídica de la yema de huevo y de carnes grasosas) y el aceite de coco y las principales de AGMI trans son las margarinas y grasas vegetales obtenidas por hidrogenación.

  • Que la ingestión de AGMI cis represente del 12 a 13% de la energía y hasta 15% en casos rebeldes y que la ingestión de AGPI represente 7% de la energía (por lo menos 2 a 3% deben ser AGPI n-3, de ser posible la mitad de ellos de origen marino). Las fuentes principales de AGPI n-6 en la dieta son los aceites vegetales (excepto el de coco) y las de AGPI n-3 son pescados y los aceites de colza, canola y pescado.

  • Que la ingestión de colesterol no sobrepase los 300 mg/día (en casos rebeldes 200 mg/día) lo que respectivamente representa 120 a 130 y 80 a 88mg/1000 Kcal. El colesterol sólo está presente en alimentos de origen animal y abunda en vísceras (sesos, piel, hígado, riñón), mantequilla, cremas, queso maduros y yema de huevo.

Conviene agregar las siguientes medidas accesorias:

  • Limitar la ingestión total de sacarosa a no más del 10% de la ingestión de energía.

  •  Favorecer el consumo de almidones con énfasis en los “resistentes” que tiene un índice glicémico bajo. Las fuentes más abundantes de almidones son el maíz, el trigo, el arroz, la avena, la papa, y el frijol. En el frijol y la avena predominan los “resistentes”.

  • Garantizar un consumo de fibras de por lo menos 15g/1000 Kcal, de las cuales la mitad sea de tipo soluble. Las fuentes principales de fibra soluble son las frutas y verduras (no sus jugos pues la han perdido) y la avena y las de fibra insoluble son los granos integrales como el frijol, el garbanzo, la lenteja, el haba  y derivados no refinados de cereales como la tortilla, el pan integral y el arroz sin pulir.

  • Favorecer la mesura en el consumo de caseina (productos lácteos) y de carnes y buscar que las proteínas animales no representen más del 30% de la ingestión proteínica. La fracción grasa de la leche es rica en AGS aterogénicos y colesterol; aun que se trata de un alimento diluido, se consume en cantidades comparativamente grandes y puede convenir usar leche descremada o semidescremada. Muchas preparaciones (sopas, atoles, helados, postres) y muchos productos industrializados pueden contener leche “oculta”. La mayoría de los quesos especialmente los maduros, contienen alta proporción de grasa láctea.

  •  Limitar el consumo de sodio a no más de 950 mg/1000 Kcal

  • Garantizar un consumo suficiente de vitaminas y nutrimentos inorgánicos (de acuerdo con las IDR).

  • Fraccionar la dieta lo más posible (en 4 ó 5 tomas)

La sacarosa, lo TG y el sodio son obvios en el azúcar, grasa y aceites y sal respectivamente, pero hay que tener presente los que se pueden encontrar “escondidos” en diversos alimentos, platillos y productos industrializados.

Así, por ejemplo muchos postres, mermeladas, ates y cajetas contienen alta cantidad de sacarosa. Los pasteles y galletas pueden contener cantidades importantes de mantequilla o margarina, huevo y azúcar. Las mayonesas y aderezos para ensalada suelen ser ricos en TG y a veces en colesterol y el chocolate es rico en AGS. En preparaciones fritas puede quedar atrapada una cantidad importante  de TG, aunque ello depende de la técnica empleada. El aceite reusado varias veces puede ser dañino. El pan blanco, los embutidos, las sopas “listas para usarse” y los “consomés” en polvo o en cubo contienen grandes cantidades de sodio. 

El régimen descrito coincide en gran medida con la dieta “fase I” del Programa Nacional de Educación sobre el Colesterol de los EE.UU. (NCEP). En general no implica sacrificios desproporcionados y no debe ser difícil de seguir pues se cambian sólo algunos aspectos de la alimentación, pero exige cierta disciplina y constancia por lo que hay que motivar al paciente e informarle suficientemente lo que puede lograr y como puede lograrlo. La dieta que se busca no sólo reduce el riesgo de ateroesclerosis  y de mortalidad cardiovascular  sino que es más benigna  y económica que la farmacoterapia y, además, más económica que la dieta aterogénica que se desea evitar. Como se indica en otras secciones de esta entrega, en términos prácticos la dieta saludable es abundante en verduras y frutas (baja densidad energética, muy pocos TG, nada de colesterol, presencia de esteroles vegetales, ricas en fibra soluble y también insoluble, pobres en sodio, fuentes de varias vitaminas) y en granos integrales (fuentes de almidones y fibras insolubles, pobres en TG, sin colesterol, fuente de proteínas y varias vitaminas) con un contenido moderado de alimentos de origen animal en los que el pescado, que puede substituirse por carne de aves sin piel, ocupa un lugar central. Si la dislipoproteinemia resulta “resistente” a estas medidas, antes de acudir a fármacos se debe intentar un régimen todavía más estricto que, por sus características, debe ser diseñado para cada paciente por un nutriólogo especializado.

En la literatura científica internacional predomina por razones obvias la visión estadounidense del manejo dietético de las dislipoproteinemias. La distancia entre la dieta norteamericana  media y la dieta saludable es considerable y el esfuerzo que debe hacer el paciente es importante aunque está lejos de ser imposible. Las tradiciones culinarias antiguas - como la mexicana - la china, la hindú, la mediterránea, en parte la japonesa, entre otras - favorecen una buena composición de la dieta y, por supuesto, una preparación atractiva de la misma. El problema surge de la adopción, como hábito, de la “dieta nórdica” del siglo XX, de algunas comidas rápidas (hamburguesas, pizzas, papas fritas) y del consumo desmesurado de botanas y golosinas ricas en sodio, azúcar y AGS.

Para la población mexicana el esfuerzo podría ser menor dados sus recursos culturales. La dieta tradicional mexicana se ha venido abandonando es rica en almidones y fibras y baja en TG, colesterol y AGS por lo que no es tan lejana de la dieta saludable lo cual debe aprovecharse.

primera parte

     Dr. Héctor Bourges Rodríguez
    Instituto Nacional de Ciencias
    Médicas y Nutrición Salvador Zubirán
    Fomento de Nutrición y Salud, A.C.
    Cuadernos de Nutrición
    5272-6207 / Fax: 5515-1939
    cuadernos@fns.org.mx 

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